Procedentes más del lavado de los materiales finos que de la caída de clastos procedentes de los crestones (los procesos de fragmentación se encuentran en la actualidad paralizados), las «casqueras» de bloques y clastos' cuarcíticos sueltos se localizan en los sectores de las laderas donde se mantiene activo el flujo subsuperlicial de las aguas y son empastadas, fijadas y colonizadas por la vegetación allí donde no se da o deja de actuar el citado flujo. En la mayor parte de los Montes de T oledo, donde ya se ha instalado la red hidrográfica actual, la escorrentía inicial de las aguas captadas en los relieves montañosos ha dejado de realizarse de forma difusa en las vertientes y se ha ido concentrando en cabeceras torrenciales bien marcadas, en las cuales se observan grandes y activas «pedrizas», quedando el resto básicamente estabilizado y accesible a medio plazo a la colonización vegetal; pero en el macizo del Chorito, debido a su encuadre hidrográfico en la cuenca del Bullaque, en la que -como se ha dicho- no se ha producido una incisión marcada de la red de cursos de agua, los recubrimiento s de pedrizas sueltas se mantienen más difusos en las laderas, dibujando una franja a media altura, que separa los niveles basales de los culminantes (las «casqueras» no son tan nítidas y concentradas ni tienen la característica forma en abanico de otros lugares, pero tienen mayor continuidad y alcanzan más extensión relativa).
El movimiento del agua en el interior de las pedrizas es muy patente; de hecho los habitantes de Los Montes eran capaces de localizar por el ruido los flujos subsuperficiales, y abrían pequeños pozos retirando piedras, para llegar así al agua en zonas tan secas como son las laderas más altas.