El mercurio (símbolo químico: Hg) es un metal pesado singular, el único que es líquido en condiciones normales. Por su volatilidad, puede ser transportado a grandes distancias, una vez que se ha incorporado a la atmósfera en forma gaseosa. Aunque existen fuentes naturales de mercurio (como la actividad volcánica, la erosión natural de los minerales que lo contienen, o los incendios forestales, que reemiten el mercurio depositado en la vegetación), las emisiones y liberaciones debidas a actividades humanas (extracción primaria de mercurio, minería y metalurgia de otros metales, depuración de gas natural, uso de mercurio en diferentes procesos y productos químicos, actividad de las incineradoras, crematorios, combustión de combustibles fósiles en centrales térmicas, cementeras...) han aumentado notablemente la exposición al mercurio, lo cual puede tener importantes efectos adversos para la salud humana y el medio ambiente.
El mercurio y el cinabrio (sulfuro de mercurio, su principal mineral) han sido, o todavía son, utilizados en diversas aplicaciones: en procesos químicos, en la industria del plástico, en pinturas, pilas y baterías, aparatos eléctricos y electrónicos, fluorescentes y bombillas de bajo consumo, dispositivos de medida y control, amalgamas dentales, vacunas, medicamentos o cosméticos, en la minería artesana de oro a pequeña escala, e incluso en algunos rituales de índole religiosa.
El mercurio y sus compuestos son tóxicos para los seres humanos, la fauna, la flora y los ecosistemas. En dosis elevadas, el mercurio puede ser mortal para las personas, e incluso en dosis relativamente bajas puede dar lugar a problemas graves de desarrollo neurológico, y se ha relacionado con posibles efectos nocivos para los sistemas cardiovascular, inmunológico y reproductor. El mercurio es un contaminante persistente, que circula en diversas formas entre la atmósfera, el agua, los sedimentos, el suelo y la biota. Actualmente, la contaminación por mercurio ha llegado a zonas del planeta en las que hay pocas fuentes de emisión o en las que éstas son inexistentes, como el Ártico, por lo que se considera un problema de ámbito mundial.
El metilmercurio es un complejo orgánico que se forma por la actividad bacteriana, a partir de otros compuestos de mercurio. Resulta especialmente problemático por su capacidad de acumularse en los animales acuáticos, en concentraciones mayores que las de las aguas circundantes (bioacumulación), y de aumentar progresivamente de concentración, según se sube a niveles más altos de la cadena alimentaria (biomagnificación), llegando a afectar a los depredadores y al hombre. El consumo de pescado con niveles muy altos de metilmercurio provocó en los años 1950 una catástrofe ambiental y sanitaria de grandes dimensiones en la bahía de Minamata (Japón), en la que los pescadores y sus familias desarrollaron una enfermedad grave que se conoció como “enfermedad de Minamata”.
Los perjuicios que ocasiona el mercurio en el medio ambiente y en el ser humano han hecho que se hayan emprendido acciones para controlar su producción, usos y emisiones, y gestionar sus residuos. A nivel mundial, el más importante es el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, que toma su nombre de la citada localidad japonesa, negociado en el ámbito del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).